
El valor del regalo
En este artículo reflexionaremos sobre el valor del regalo, es decir, de dar y recibir sin esperar nada a cambio.
«Una característica de la persona es la capacidad de dar. La persona humana es, ante todo, efusiva, es decir, capaz de sacar de sí lo que tiene, para dar o regalar. Sólo las personas son capaces de dar. Pero, para que haya posibilidad de dar o de regalar, es necesario que alguien acepte, que alguien se quede con lo que damos. A la capacidad de dar de la persona le corresponde la capacidad de aceptar, y aceptar es acoger en nuestra propia intimidad lo que nos dan. Por eso no hay dar sin aceptar, y no hay aceptar sin dar. Es decir, lo más alto de lo que es capaz la persona, el dar, exige otra persona que acepte el don. En caso contrario, el don se frustra.» [1]
Ahora bien, vivimos en una sociedad de mucho intercambio económico. Te doy esto pero si recibo algo a cambio. Estamos impregnados de una mentalidad muy comercial. Pero el hombre se enriquece dando y recibiendo gratuitamente. Es cierto que también puedo enriquecerme comprando algo pero si todo fuera transaccional el hombre sería un pobre hombre.
A su vez, «que el hombre es un ser capaz de dar, quiere decir que se realiza como persona cuando extrae algo de su intimidad y lo entrega a otra persona como valioso, y ésta lo recibe como suyo.» [1]. No sabemos a qué dignidad estamos llamados hasta que experimentamos el regalar y recibir regalos. Es decir, dar y recibir sin pedir o que nos pidan nada a cambio, simplemente porque la otra persona es importante para mí, porque la quiero.
Además, «la intimidad se constituye y se nutre con aquello que los demás nos dan, con lo que recibimos como regalo, como sucede en la formación de la personalidad humana. Por eso nos sentimos obligados a corresponder a lo recibido.» [1]. Es decir, nosotros somos lo que somos también por todo lo que nos dieron otras personas, comenzando por nuestros padres que nos han dado la vida, la nutrición, la educación y mucho más, continuando por maestros, amigos, etc. Y luego queremos corresponder a esos regalos dando algo nuestro.
Cuando venía pensando en que para vivir mejor la vida, es necesario valorar más los regalos, me pasó algo que me pareció muy significativo. Estaba en un semáforo y había una persona limpiando los vidrios de los autos. Cuando se acercó, le dije que no tenía nada para darle. Y me dijo: ¿Te lo puedo hacer como un regalo? Le dije: claro. Y ahí nomás empecé a buscar qué podía darle. Tenía en la parte de adelante una estampa de San Josemaría y cuando terminó le agradecí y se la dí. En esta situación podemos ver en la práctica todos los elementos que mencioné más arriba. La persona que limpia los vidrios de los autos está dando su trabajo quizás por cualquier cosa que le queramos dar. Pero como vemos en la situación, en algunas ocasiones también lo puede hacer como regalo. Ahora bien, esa persona se está dando pero necesita alguien que reciba, que acepte. Sino el don se frustra. Seguramente, recibir todas negativas de la gente, es lo peor que le puede pasar a esta persona en el día. Porque su darse se ve frustrado una y otra vez. Por otro lado, cuando me lo ofreció como regalo, yo me sentí necesitado de corresponder a ese don, darle lo que pueda, darle algo propio también.
Por otro lado, «cuantos más intercambios de dar y recibir tengo con otros, más rica es mi intimidad. No hay nada más "enriquecedor" que una persona con cosas que enseñar y qué decir, con una intimidad "llena", rica.» [1].
En el día a día tenemos muchas oportunidades de dar y recibir regalos. Por ejemplo, regalar una sonrisa, hacer un pequeño favor, servir un café a un compañero de trabajo. Y también oportunidades para recibir, por ejemplo, escuchar a otra persona con atención, agradecer los gestos que tienen con nosotros. Así nos estaremos diciendo el uno al otro: ¡sos importante para mi!.
[1] YEPES STORK, R., Fundamentos de antropología. Un ideal de la excelencia humana, Eunsa, Pamplona 1996.