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Miércoles, 26 de Febrero del 2025

Como en la siembra

Como en la siembra

En este artículo vamos a reflexionar sobre las consecuencias de nuestro obrar. Compararemos el efecto de nuestro obrar con el de la siembra. Por un lado, porque uno cosecha lo que siembra y, por otro lado, porque la semilla crece sin que sepamos cómo y a su debido tiempo.

Lo primero que podemos considerar es que «No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno» [1]. Además, de una semilla determinada sale un árbol determinado. De la semilla de un plátano no puede salir un ciruelo. Por lo tanto, si sembramos buena semilla el fruto será bueno, en cambio si sembramos mala semilla el fruto será malo.

Llevándolo al terreno del obrar humano, si sembramos paz, alegría, amor, etcétera solo podemos esperar que sucedan cosas buenas. Pero si sembramos odio, venganza, mal humor, etcétera no podemos esperar nada bueno de eso.

A su vez, hay que tener paciencia para que la semilla dé su fruto. No es que uno siembra alegría y en seguida cambia un ambiente tenso o donde reina la tristeza o el odio. Pero sabemos que tarde o temprano dará su fruto. Tener mentalidad infinita es sembrar buena semilla y esperar que dé su fruto en el momento oportuno. Puede hacerse esperar pero sabemos que llegará.

Con lo cual, vale la pena siempre sembrar buena semilla y esperar con paciencia los frutos porque llegarán. Es cierto, que no se trata solo de sembrar una vez. El sembrador siembra a voleo, una y otra vez, y alguna semilla prenderá en el terreno y otra no. Por lo que hay que sembrar siempre buena semilla y con la esperanza de que prenderá en el mayor terreno posible.

Podemos hacernos algunas preguntas: ¿Qué tipo de semilla suelo sembrar a mi alrededor?¿Es buena semilla?¿Me canso a veces de sembrar buena semilla?¿Sé esperar a que la semilla dé fruto?

Te animo a no abandonar nunca la siembra de buena semilla y a esperar a que dé su fruto, ¡porque lo dará!, y lo bueno que hayas sembrado en tu vida es lo que al final de cuentas habrá valido la pena.

 

[1] Lc 6, 43.