Cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios.

Jueves, 1 de Mayo del 2025

El Tonelero

El Tonelero

Cuando en el mundo había hadas

y magos y nigromantes

y princesas encantadas y palacios rutilantes

Cuentame como verdad

que un artesano grosero

ganaba mucho dinero

en cierta antigua ciudad.

 

Era Rodolfo su nombre

tonelero su ejercicio

y le dominaba el vicio

más detestable en el hombre

avariento sin igual.

 

Nunca descanso tomaba

todo el día trabajaba

para aumentar su caudal.

Y lo que es aún peor

nunca se privó de un cobre

para aliviar el dolor

y la miseria de un pobre.

 

Cierto día hacía un tonel

y en el acto que acababa

una mujer que pasaba

se detiene en el dintel.

 

Pálida, desencajada los ojos,

hundidos los brazos,

las ropas hechas pedazos,

todo en ella reflejaba

la suerte más infeliz.

 

Rodolfo no la miraba

pero ella humilde le dice:

“de mi compasión tened

no os pido señor dinero,

agua solamente quiero.

Agua dadme, tengo sed”.

 

Y responde el tonelero:

“¡pordiosera por ti dejar mi trabajo!

el río corre allá abajo,

y da su agua a quien la quiere”.

 

no tenés que molestarte dice la pobre mujer,

os basta con ordenar que me traigan de beber.

A cada uno por igual le basta con su destino,

sigue hermosa tu camino, trabaja, si quieres pan.

 

Entonces la pordiosera ardiendo en sublime ira le responde:

hombre duro y sin piedad sábete que un hada soy,

y que a castigaros voy por tu bárbara crueldad.

 

La vida te ha de pasar,

echando en tu tonel

sin que jamás lo consigas

tu ineficaz diligencia,

y pronunciando sentencia

desapareció la mendiga.

 

Rodolfo lleno de asombro

sigue la fuerza del sino

y echando el tonel al hombro

toma del río el camino.

 

Echo en el río el tonel pero vacío salió,

otra vez lo sumergió,

y el agua no entraba en el.

 

Rodolfo en ansia mortal dice:

qué es esto Dios mío,

y otra vez echaba en el río

y siempre con fruto igual.

 

En vano arroyos buscó,

en cisternas y corrientes,

en raudales y en vertientes

el tonel seco quedó.

 

Entonces el corazón

de aquel rústico obcecado,

se arrepiente y humillado

implora de Dios perdón.

 

Piedad exclama Señor

Reconozco mi delito

y confieso con dolor,

que merecí su maldito

con lágrimas debo expiar

las que yo nunca enjugué.

 

Vida de pecado fue

la que me viste llevar

no me trates con rigor Dios mío por lo que he sido,

ved que estoy arrepentido

¡Misericordia Señor!

 

Y amargo como la hiel

El llanto en sus ojos brota,

y de ese llanto una gota,

solo una, llenó el tonel.