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Lunes, 27 de Enero del 2025

Todos tenemos una misión

Todos tenemos una misión

Todos tenemos una misión. ¿Hasta los que mueren muy jóvenes? ¿Hasta los que están muy limitados por una enfermedad? ¡Claro que sí! Todos venimos al mundo con una misión.

Y muchos no la conocen. No son conscientes de la misión que tienen en toda su vida. Algunos quizás porque no es necesario, por ejemplo, los que viven algunos pocos años. Pero la mayoría de las personas no la conocen quizás porque no sabían. Porque el mundo los entretiene con otras cosas. Cómo si el objetivo de esta vida fuese solo pasarlo bien, experimentar los distintos placeres, vivir diversas experiencias, etc. Y no saben o no tienen tan en cuenta que acá estamos de paso. Como intenté explicar en el artículo "Vivir con plenitud de sentido”, si esta vida fuera infinita no tendría sentido. Estamos para realizar una misión. Nuestra vida rebosa de sentido aunque como somos libres existe la posibilidad de frustrar ese sentido.

La misión abarca toda nuestra vida, no solo todo el tiempo de nuestra vida sino también los distintos aspectos, facetas y etapas de nuestra vida.

La misión tiene mucho que ver con las personas con que nos toca convivir. La familia, los amigos, los compañeros de trabajo, los vecinos, los habitantes de nuestra ciudad, el país donde vivimos, el mundo en que nos toca vivir. La misión tiene mucho que ver con hacerle el camino agradable a los demás con quiénes convivimos o tenemos cerca. Es por eso que la misión no tiene porque ser algo llamativo o que quede en la historia. Sino que es el sentido de nuestra existencia en la tierra. Si la vivimos en plenitud somos felices y hacemos felices a los demás.

La misión es lo que hace que nos sintamos dichosísimos sacrificandonos para realizarla. La que hace que valga la pena gastarse la vida para cumplirla. Justamente, la misión nos impulsa a mejorar un poco cada día para poder cada vez vivirla mejor. Mejorar sobre todo en las virtudes que es lo que realmente nos hace más humanos.

Ahora bien, ¿cómo encontrar mi misión? El primer paso aunque es obvio, es totalmente necesario. Para encontrar la misión hay que buscarla. Hay que tener actitud de búsqueda. Esa disposición a dejarse interpelar por las circunstancias por las que atravesamos, valorar los dones que tenemos con vista a ponerlos al servicio de los demás, valorar las personas que forman parte de nuestra vida. Buscar también implica preguntar a los que sabemos que nos quieren y nos conocen. Es dejarse interpelar por la llamada que llega a nuestro corazón. Esa llamada que viene de quien nos da la misión. Porque si tenemos una misión es que alguien nos la dió.  Y el único que puede darnos esa misión es Dios. Sino ¿quien te la puede dar? Los padres, ya vemos que no. Nosotros mismos, tampoco. Una empresa, un país, la sociedad, vemos que tampoco.

Además, la misión puede ir tomando distintos matices en diversas etapas de la vida. En cada etapa debemos encontrar el sentido, sacarle brillo a nuestra misión. Por lo que es conveniente cultivar la disposición de búsqueda siempre y estar atentos a las oportunidades que la vida nos presenta.

Una característica importante de la misión es que siempre está presente el amor. El amor es común a todas las misiones. Porque siempre la misión está destinada a darse a los demás de una manera determinada. Es poner nuestros dones al servicio de los demás. Pero no ponerlos de cualquier manera, sino ponerlos con todo el corazón.

Vivir con sentido de misión es saber que somos responsables de nosotros mismos y de los que tenemos alrededor. Es no decir esto no me incumbe. Sino sentirse responsable de hacer un poco mejor el mundo, siempre desde nuestras circunstancias y comenzando por las personas que tenemos más cerca.

Te animo a que si aún no encontraste tu misión o la perdiste de vista, te preguntes por ella y comiences tu camino de búsqueda. Y si ya la encontraste, que la agradezcas y que te preguntes en qué punto puedes mejorar para vivirla con mayor plenitud.